Ingresados con las mejores intenciones -propias o de allegados-, los pacientes del centro de salud pasaron muchas semanas conviviendo y asistiendo a terapia. Usami, la coneja robótica que todos conocemos por ser un símbolo de esperanza internacional, se encargó de cuidarlos, darles tres comidas diarias y eventos bonitos para que lo pasen bien. Un festival, un viaje de excursión a Brasil y un evento para celebrar las navidades.

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No obstante, lo que nadie sabía era que desde hacía largo rato se infiltraron cuatro individuos con malas intenciones. Se hicieron pasar por pacientes y miembros del centro de salud en pos de acercarse a los demás y de acceder poco a poco al sistema.

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En cuanto encontraron la primera oportunidad, no dudaron en comenzar con los sabotajes.

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La primera semana, uno de ellos se infiltró en el área tecnológica para acceder al sistema e instalar un virus. El virus no solo dejó a su merced el sistema de comunicaciones y el de seguridad automatizada, sino que también accedió a la base de datos para descargar información clasificada de todos los pacientes del centro.

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La segunda semana, aprovechando las brechas de vulneración del sistema, el segundo individuo se encargó de meter decenas de infiltrados a su servicio y control, los cuales se hicieron pasar por pacientes.

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La tercer semana, y gracias a los movimientos previos de sus compañeros, el tercer individuo se encargó de sabotear todas las armas del sistema del centro y también las armas personales de los pacientes.

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La cuarta semana, emergió el último individuo para mover los hilos. Si bien ya había hecho un trabajo previo al crear a los infiltrados comandados por el segundo saboteador, en esta oportunidad jugó una carta más directa: tomó a unos cuantos pacientes del centro para entrar en sus mentes y cambiar los cables correctos.

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Entre ellos, se encontraba la paciente que hosteaba al Angel de la Muerte que arrasó con un estado completo de EEUU. Dicho alter ego tomó control de fuerzas militares ofrecidas por los cuatro individuos con recursos y no dudó un segundo en dar el golpe de gracia que acabaría con la paz y la armonía del centro de salud.

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La seguridad fue avasallada, las armas inutilizadas, el número de fuerzas enemigas era catastrófico, el caos reinó en todos los rincones del lugar. Los pacientes lucharon con garras y dientes pero no consiguieron nada, la fuerza de un ataque tan premeditado pudo con ellos.

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De ese trágico encuentro, todos fueron sometidos y neutralizados.

El gran sabotaje y secuestro había sido un éxito.

¿Qué será ahora de nuestros pobres pacientes?